En la obra de Antonio Machado, dos temas se unen de forma constante: el paisaje como símbolo y la angustia ante el paso del tiempo.
Por un lado, el paisaje (especialmente el castellano) se muestra mediante una visión objetiva de su aridez y pobreza, pero al mismo tiempo adquiere un sentido subjetivo al llenarse de simbolismo. El ejemplo de ("al olmo seco") representa con fuerza esta unión: el árbol, descrito en su deterioro natural, se convierte en un símbolo de la decadencia, la vejez y la lucha contra la muerte, pero también de un rayo de esperanza. Machado refleja en el paisaje sus sentimientos de soledad y tristeza, que a menudo se relacionan con el tema de la pérdida de la juventud, de los sueños y, de manera especialmente dolorosa, de seres queridos, haciendo de la naturaleza no solo un espejo, sino un compañero de su pena íntima.
Por otro lado, la angustia vital generada por el paso del tiempo es central en su poesía. Machado expresa un hondo dolor ante lo breve que es la vida y la acción destructora del tiempo, que todo lo borra. Esta inquietud se vuelve profundamente personal con la muerte de su esposa Leonor, cuya pérdida marca un punto de inflexión en su obra, mostrando de manera concreta cómo el tiempo se lleva lo más querido. Su pensamiento de que todo cambia y lo que uno es dejará de ser ilustrado por el símbolo de ("esa hoja verde"), que aparece en el mismo poema como un milagro pasajero de vida en el olmo que agoniza impregna su obra de un tono nostálgico y conmovedor. Así, versos como (“ ardas de alguna mísera caseta, / al borde de un camino; / antes que te descuaje un torbellino”) muestran cómo esta preocupación, arraigada en lo personal, llega a tener una dimensión universal y profunda.
Yoel Díez Ortega