2/16/2018

RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL
TEXTO
            Cuando no quedaba nadie en la plaza, sacaron a Paco y a otros dos campesinos de la cárcel, y los llevaron al cementerio, a pie. Al llegar era casi de noche. Quedaba detrás, en la aldea, un silencio temeroso.
            El centurión, al ponerlos contra el muro, recordó que no se habían confesado, y envió a buscar a Mosén Millán. Éste se extrañó de ver que lo llevaban en el coche del señor Cástulo. (Él lo había ofrecido a las nuevas autoridades.) El coche pudo avanzar hasta el lugar de la ejecución. No se había atrevido Mosén Millán a preguntar nada. Cuando vio a Paco, no sintió sorpresa alguna, sino un gran desaliento. Se confesaron los tres. Uno de ellos era un hombre que había trabajado en casa de Paco. El pobre, sin saber lo que hacía, repetía fuera de sí una vez y otra entre dientes: «Yo me acuso, padre…, yo me acuso, padre…». El mismo coche del señor Cástulo servía de confesionario, con la puerta abierta y el sacerdote sentado dentro. El reo se arrodillaba en el estribo. Cuando mosén Millán decía ego te absolvo, dos hombres arrancaban al penitente y volvían a llevarlo al muro.
            El último en confesarse fue Paco.
            ―En mala hora lo veo a usted -dijo al cura con una voz que mosén Millán no le había oído nunca―. Pero usted me conoce, mosén Millán. Usted sabe quién soy.
            ―Sí, hijo.
            ―Usted me prometió que me llevarían a un tribunal y me juzgarían.
            ―Me han engañado a mí también. ¿Qué puedo hacer? Piensa, hijo, en tu alma, y olvida, si puedes, todo lo demás.
            ― ¿Por qué me matan? ¿Qué he hecho yo? Nosotros no hemos matado a nadie. Diga usted que yo no he hecho nada. Usted sabe que soy inocente, que somos inocentes los tres.
            ―Sí, hijo. Todos sois inocentes; pero ¿qué puedo hacer yo?
            ―Si me matan por haberme defendido en las Pardinas, bien. Pero los otros dos no han hecho nada.
Paco se agarraba a la sotana de mosén Millán, y repetía: «No han hecho nada, y van a matarlos. No han hecho nada». Mosén Millán, conmovido hasta las lágrimas, decía:
            ―A veces, hijo mío, Dios permite que muera un inocente. Lo permitió de su propio Hijo, que era más inocente que vosotros tres.


ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES DE LA OBRA QUE APARECEN EN EL FRAGMENTO
            Este fragmento pertenece a la  octava secuencia de pasado de la obra Réquiem por un campesino español, donde narra una situación de  tirantez en la que se encuentran los personajes más significativos de la obra. Entre ellos Mosén Millán. En las secuencias de presente se encuentra en la misa de réquiem tras cumplir un año desde la muerte de su fiel compañero Paco. Sentado en un banco dentro de la sacristía, echa la vista años atrás y recuerda la vida de la víctima, los momentos que pasó junto a él hasta su muerte. El sentimiento de culpabilidad tras haber sido en gran parte el causante de su fusilamiento llega a tal punto que llega a echar a los tres hombres más importantes y adinerados del pueblo fuera de la iglesia, Valeriano, Gumersindo y Cástulo habiendo sido tan culpables como él pero que sin embargo, no se sienten así. De vez en cuando el párroco le pregunta al monaguillo si ha entrado ya alguien a la iglesia, a lo cual obtiene siempre respuesta negativa. Los vecinos mediocres del pueblo y la propia familia de Paco se negaban a acudir a la misa como rebelión ante el engaño de Mosén Millán, mediante el cual su hijo había sido fusilado. Este personaje es ingenuo, ya que se deja llevar por unos asesinos de apariencia caballeresca, “me ha engañado a mí también, ¿Qué puedo hacer?” y eso le trae remordimientos posteriormente, como se narra en las secuencias de presente. Además, traiciona sus creencias de cristiano y al paternalismo que le profesa a la víctima. Este relato se fundamenta básicamente en la íntima relación que guardaba el párroco con su fiel amigo Paco, al cual bautizó, confirmó y casó, el único que la ayudaba a la hora de impartir misa. El punto en el que se desencadena la tragedia es el día en el que Mosén Millán lo lleva a cueva a dar la unción de enfermos a un anciano terminal. Es en este momento cuando Paco comienza a aclarar su ideología y a considerar intolerables la injusticas del mundo en el que vive. Le conmociona la escasa bondad del cura para compadecerse ante estas situaciones; aun así, desde pequeño había sentido admiración y respeto por Mosén, dejándose enseñar y aconsejar por él. Paco pertenece a una familia con tierras, pero a pesar de ello trabajan de sol a sol. Cuando cumplió 7 años ejerció de monaguillo suplente. De mayor tuvo fama de mozo atrevido. Paco es héroe y víctima. La narración de su vida y su muerte ocupa la mayor parte de la obra, “¿Por qué me matan? ¿Qué he hecho yo?”. El texto está exento de alusiones a su imagen, por lo que no podemos llegar a hacernos una idea de su imagen física. Aparece en el texto un miembro de las clases acomodadas del pueblo, Cástulo. Aunque no empuña las armas, es victimario. Contribuye con el centurión y sus hombres en su labor como pistoleros acometiendo contra inocentes en la aldea (un ejemplo de víctima inocente es Paco, tal y como se muestra en el texto). Este personaje va a lo suyo, vive su vida, y pretende estar libre de problemas consiguiendo una buena y cordial relación con el poder. Es una persona fría que no siente piedad pero tampoco denuncia nadie. Esta secuencia muestra cuando presta su coche a los invasores del pueblo para llegar hasta el lugar apartado donde llevan a cabo los crímenes. “Este se extrañó al ver que lo llevaban en el coche del señor Cástulo (…) El coche pudo avanzar hasta el lugar de la ejecución”. Había cedido su coche a las autoridades, el cual, aparte de servir como vía de transporte, servía como confesionario, donde debían entrar a confesarse con el señor Mosén aquellos que fueran a ser fusilados; era el paso previo a la muerte de muchos individuos inocentes de la aldea. Por último, y como parte a destacar en el fragmento, tenemos al centurión y sus hombres. Son señoritos de ciudad, muy fríos y rasurados, conocidos en el carasol como “pijaitos”. Estos personajes son además pistoleros falangistas “El centurión, al ponerlos contra el muro, recordó que no se había confesado, y envío a buscar a Mosén Millán.” Llegan al pueblo y comienzan a impartir su propia justicia, persiguiendo a aquellas personas que poseen una ideología distinta a la que ellos estipulan. Se convierten en la nueva autoridad de la aldea.
Tania Puente Fernández