Las
prisas, la acumulación de trabajo,… nos hacen olvidar a veces quiénes son los destinatarios
de nuestra labor diaria. Se nos llena la boca con las maravillas de la
enseñanza individualizada, de la importancia de que cada alumno se marque un
ritmo de trabajo diferente,… Pero la verdad es que evaluamos de la misma manera
a la mayoría de nuestros alumnos. A cambiar esto nos puede ayudar el
portafolio. La biografía del portafolio
nos recuerda que nuestros alumnos no son iguales, sus intereses son diferentes
y su organización también. El portafolio es una buena manera de que cada uno realice
su trabajo cómo, cuándo y dónde le convenga más. Las nuevas tecnologías son
fundamentales. No podemos educar como hace 20 años.
Las evidencias pueden, en parte, ser
consensuadas con los alumnos. Los mismos objetivos y contenidos pueden ser
evaluados de maneras diferentes. Es importante que los alumnos participen en su
propio aprendizaje ya que, de esta manera, su actitud frente a las diferentes
tareas sea más positiva. El profesor es y debe ser, cada vez más, un mero
conductor de la actividad escolar en la que los alumnos participan con mayor
autonomía.
La concienciación a manera de reflexión
es un paso fundamental en el camino de la autonomía, de la madurez y del
aprender a aprender. Cuando el proceso es largo, cobra mayor importancia la
reflexión sobre lo que el alumno ha hecho, cómo lo ha hecho, de qué le ha servido
y por qué no cómo se ha sentido. Esto nos lleva a reflexionar también si se
podría haber hecho de otra manera (una retroalimentación para mejorar el
proceso). Esta reflexión es importante que la realice también el profesor para
la mejora del portafolio.