10/26/2013

RIMA XI

Estilo

Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere al sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta, adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas.
En la poesía de Bécquer se percibe una cuidada elaboración y una búsqueda, en sucesivas correcciones, de formas adecuadas. Tras la aparente sencillez y espontaneidad, se esconde la mano de un poeta que ha cuidado conscientemente la elaboración de este poema.
Esta rima está estructurada desde la presencia explícita del emisor (tu) “Yo soy ardiente” que apela al receptor (yo) “no es a ti, no”. Sin embargo en la mayoría de los poemas el diálogo no se produce porque el tú suele hallarse ausente del contexto de comunicación, excepto en esta rima que sí se da el diálogo. Entre los sujetos amorosos existen aspiraciones de fusión “Oh ven, ven tú”. La relación entre el tú y el yo alcanza un plano simbólico en el que el tú/mujer se identifica con la poesía y el yo/hombre con el poeta.
El ritmo, tan importante en la poesía de Bécquer, suele evidenciarse en la presencia de bimembraciones, “Yo soy ardiente, yo soy morena”, establecidas con distintas clases de palabras. Son frecuentemente antitéticas y unidas al paralelismo. En ocasiones estos recursos se convierten en la estructura misma del poema que se organiza en conjuntos dominados por la antítesis. Abundan las metáforas “vano fantasma de niebla y luz”, los símiles y las imágenes. Estas últimas se construyen casi siempre con palabras que aluden a realidades materiales sensoriales. Por eso en su lenguaje poético abundan vocablos referentes a la naturaleza “niebla” o la música.
Se puede apreciar un léxico inequívocamente romántico (“sueños” “imposible” “incorpórea” “intangible”). Lo más importante del léxico de Bécquer es su capacidad de sugerencia más allá de su significado denotativo “trenzas de oro” “fantasma de niebla y luz”.
Los elementos de la realidad se corresponden con emociones íntimas, o a través de ellos se descubren otros sentidos insospechados u ocultos en la misma realidad escrita. Por este motivo se le puede considerar un poeta presimbolista.
Los poemas suele ser breves, como la rima XI, que solo tiene tres estrofas y doce versos. A veces son una mera sentencia reflexiva y otras parece truncado al cerrarse con un verso que abre sugerencias. Además utilizan el paralelismo, antítesis, anáforas, repeticiones para estructurarse. No es extraño que las estrofas, preferentemente de cuatro versos, como esta, concluyan con una de pie quebrado aunque no es el caso.
Todas las rimas prueban su pensada construcción y trabada arquitectura. Aunque esta rima presenta consonancia en los versos impares, aparece la asonancia en los versos pares, para que la rima no ensordezca el contenido del poema. Aquí combina versos de desigual número de sílabas, heterométricos: endecasílabos y decasílabos.

        Uno de sus aciertos ha sido amalgamar los artificios retóricos de la poesía culta (arte mayor, tema de la creación poética y rima consonante) con los de la popular (rima asonante) lo cual proporciona a la rima equilibrio.

                                                          Cristina Calderón y María Echave