Estilo
Hay una poesía magnífica y sonora; una
poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de
la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación,
completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido,
seduciéndola con su armonía y su hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que
brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere al sentimiento con una
palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma
libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el
océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía
de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta, adquiere las
proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los
poetas.
En la poesía de Bécquer se percibe una
cuidada elaboración y una búsqueda, en sucesivas correcciones, de formas
adecuadas. Tras la aparente sencillez y espontaneidad, se esconde la mano de un
poeta que ha cuidado conscientemente la elaboración de este poema.
Esta rima está estructurada desde la
presencia explícita del emisor (tu) “Yo soy ardiente” que apela al receptor
(yo) “no es a ti, no”. Sin embargo en la mayoría de los poemas el diálogo no se
produce porque el tú suele hallarse ausente del contexto de comunicación,
excepto en esta rima que sí se da el diálogo. Entre los sujetos amorosos
existen aspiraciones de fusión “Oh ven, ven tú”. La relación entre el tú y el
yo alcanza un plano simbólico en el que el tú/mujer se identifica con la poesía
y el yo/hombre con el poeta.
El ritmo, tan importante en la poesía de
Bécquer, suele evidenciarse en la presencia de bimembraciones, “Yo soy
ardiente, yo soy morena”, establecidas con distintas clases de palabras. Son
frecuentemente antitéticas y unidas al paralelismo. En ocasiones estos recursos
se convierten en la estructura misma del poema que se organiza en conjuntos
dominados por la antítesis. Abundan las metáforas “vano fantasma de niebla y
luz”, los símiles y las imágenes. Estas últimas se construyen casi siempre con
palabras que aluden a realidades materiales sensoriales. Por eso en su lenguaje
poético abundan vocablos referentes a la naturaleza “niebla” o la música.
Se puede apreciar un léxico inequívocamente
romántico (“sueños” “imposible” “incorpórea” “intangible”). Lo más importante
del léxico de Bécquer es su capacidad de sugerencia más allá de su significado
denotativo “trenzas de oro” “fantasma de niebla y luz”.
Los elementos de la realidad se corresponden
con emociones íntimas, o a través de ellos se descubren otros sentidos
insospechados u ocultos en la misma realidad escrita. Por este motivo se le
puede considerar un poeta presimbolista.
Los poemas suele ser breves, como la rima
XI, que solo tiene tres estrofas y doce versos. A veces son una mera sentencia
reflexiva y otras parece truncado al cerrarse con un verso que abre
sugerencias. Además utilizan el paralelismo, antítesis, anáforas, repeticiones
para estructurarse. No es extraño que las estrofas, preferentemente de cuatro
versos, como esta, concluyan con una de pie quebrado aunque no es el caso.
Todas las rimas prueban su pensada
construcción y trabada arquitectura. Aunque esta rima presenta consonancia en
los versos impares, aparece la asonancia en los versos pares, para que la rima
no ensordezca el contenido del poema. Aquí combina versos de desigual número de
sílabas, heterométricos: endecasílabos y decasílabos.
Uno
de sus aciertos ha sido amalgamar los artificios retóricos de la poesía culta
(arte mayor, tema de la creación poética y rima consonante) con los de la
popular (rima asonante) lo cual proporciona a la rima equilibrio.
Cristina Calderón y María Echave