2/13/2011

NADA

   Parecía una casa de brujas aquel cuarto de baño. Las paredes tiznadas conservaban la huella de manos ganchudas, de gritos de desesperanza. Por todas partes los desconchados abrían sus bocas desdentadas rezumantes de humedad. Sobre el espejo, porque no cabía en otro sitio, habían colocado un bodegón macabro de besugos pálidos y cebollas sobre fondo negro. La locura sonreía en los grifos torcidos.
   Empecé a ver cosas extrañas como los que están borrachos. Bruscamente cerré la ducha, el cristalino y protector hechizo, y quedé sola entre la suciedad de las cosas.
   No sé cómo pude llegar a dormir aquella noche. En la habitación que me habían destinados se veía un gran piano con las teclas al descubierto. Numerosas cornucopias (algunas de gran valor) en las paredes. Un escritorio chino, cuadros, muebles abigarrados. Parecía la buhardilla de un palacio abandonado, y era, según supe, el salón de la casa.
   En el centro, como un túmulo funerario rodeado de dolientes seres (aquella doble fila de sillones destripados), una cama turca, cubierta por una manta negra, donde yo debía dormir. Sobre el piano habían colocado una vela, porque la gran lámpara del techo no tenía bombillas.
   Angustias se despidió de mí haciéndome en mi frente la señal de la cruz, y la abuela me abrazó con ternura. Sentí palpitar su corazón como un animalillo contra mi pecho.

Contexto histórico-literario del autor, la obra y el fragmento
La novela de posguerra
En los años veinte y treinta, la novela tuvo escaso desarrollo en España. Ortega y Gasset había teorizado que la novela realista, basada en un argumento y unos personajes, era un genero agotado, destinado a desaparecer. En su lugar se planteó la llamada novela deshumanizada, que privilegiaba los aspectos formales y reducía al mínimo el argumento y la intriga. Pero las tensiones sociales y políticas de los años treinta favorecieron que la novela se convirtiera en vehiculo de denuncia de las injusticias sociales.
En los años cuarenta el desolador clima de posguerra favoreció el auge de la literatura comprometida con los problemas sociales. Una de las corrientes fue el existencialismo, con su cuestionamiento del sentido de la existencia humana que tuvo enseguida repercusiones literarias.
La nausea de Paul Sastre y El extraño de Alberte Camus fueron novelas emblemáticas del existencialismo.
Otra de las corrientes fue el neorrealismo, que tuvo especial desarrollo en Italia. En España, el existencialismo y el realismo social tuvieron una importante repercusión en todos los géneros literarios.
Entre 1940 y 1950 se produce un auge cuantitativo de la novela.
Podemos afirmar que Carmen Laforet es una escritora aislada, que no se puede adscribir a ningún grupo o escuela literaria.

Carmen Laforet (1921-2004)
Carmen Laforet nació en 1921 en Barcelona, en casa de su abuela materna, en la calle Aribau, nº 36, la misma casa a la que volverá en 1939 y que le inspirara los escenarios domésticos de su novela Nada. En 1923, la familia se traslada a Las Palmas de Gran Canaria por necesidades profesionales de su padre. El padre era culto y tenia en casa una buena biblioteca que Carmen utilizo desde niña. También era deportista, afición que transmitió a sus hijos.
En Nada podemos encontrar algunas de esas características en Román, y probablemente también en el padre de Ena, que es canario.
La madre de la escritora, era de origen humilde. Se caso a los 18 años y murió a las 33 en Canarias, cuando Carmen tenia 13 años.
Poco después de la muerte de su esposa, el padre volvió a casarse. Carmen tuvo muy mala relación con su madrastra, ya que, trataba de impedir toda relación entre Carmen y su padre. El anhelo de recuperar la felicidad familiar marcará  la vida de la novelista y dejará huella en sus obras.
En 1939 Carmen decide irse de casa para alejarse de  su madrastra. En aquella época eran muy pocas las chicas que estudiaban carreras universitarias. Eligió Barcelona donde podría alojarse en casa de su abuela y sus tíos, en la calle Aribau. Se matriculó en Filosofía y Letras, pero sólo llegó a aprobar el primer curso. Tres años después se marchó a Madrid, donde se matriculo en Derecho, pero tampoco acabó la carrera.
En 1943, de enero a septiembre, a los 22 años, empezó a escribir Nada en Madrid. La presentó al premio Nadal, que se convocaba por primera vez en 1944 y lo gano de manera inesperada. En 1946 se caso con el periodista y escritor Manuel Cerezales
En 1951 sufrió una crisis espiritual que la llevó a recuperar su fe católica, que la inspiraría su novela La mujer nueva. Dos años después, una nueva crisis la hizo abandonar  el catolicismo. En 1970 se separó de su marido y comenzó una vida errática y solitaria. Se obsesionó por perfeccionar su escritura y rehacía sus obras constantemente. De las obras que tenía proyectadas solo llegó a publicar La insolación. Su siguiente novela, titulada Al volver la esquina, estuvo a punto de publicarse. Finalmente fue publicada por sus hijos en 2004, poco después de la muerte de escritora.
Su actitud de no conceder entrevistas y limitar sus relaciones sociales a sus amigos íntimos y familiares, la creo una fama de autora un tanto misteriosa y solitaria.


  La importancia del fragmento radica en que Andrea se siente profundamente frustrada por la primera impresión que se ha llevado de la que un día fue su casa, pues la de ahora en nada se asemeja a la de entonces. Ve la casa en una situación tan desoladora y destartalada que su única salida es la ducha, que la relaciona con una forma de limpiarse su alma y su mente.
Después, al acostarse, su tía le hace la señal de la cruz en la cara a modo de despedida, gesto que denota su “aparente” profunda religiosidad.

  Todas las expectativas que tenia Andrea al llegar a Barcelona para estudiar letras en la Universidad se truncan cuando entra en casa de su familia en la calle Aribau, pues no reconoce nada de lo que ve con respecto a su niñez. Esta es la razón por la cual ella se siente tan mal consigo mismo y recurre a la ducha como modo de limpiarse y purificarse.
Su tía le hace la señal de la cruz en la frente a modo de protección, un gesto que en un ambiente tan desolador como la protagonista lo describe puede quedar desubicado o adquirir un valor negativo. Este hecho no es más de un ligero anticipo de lo que luego tendrá que soportar Andrea por parte de su tía y su escrupulosa religiosidad.

   Su primera sensación sobre la casa irá en aumento y la tensión crecerá enormemente entre los miembros de su familia. Andrea se sentirá oprimida mientras esté en casa de su familia y desubicada en todo momento. Por tanto, deseará salir de aquel lugar cuanto antes y desvincularse de él todo lo posible. En una consecuencia más alejada temporalmente, Andrea marcha de Barcelona rumbo a Madrid en busca de aquello que, directa o indirectamente, se le ha negado en la calle Aribau.
Su tía Angustias intentará convencer a la protagonista de que la virtud de una mujer está en ser formal y muy religiosa, concepción que ni puede ni quiere asimilar Andrea y por la cual será objeto de constante vigilia y represión por parte de su tía.

Comentario realizado por Laura Peña y Borja Calderón


3-Mecanismos de cohesión más significativos presentes en el texto
    El tema principal de este fragmento es el desencanto del que es objeto la protagonista al contemplar la casa de sus parientes, que ha perdido cualquier atisbo de gloria de su pasado. Este hecho se observa en todas y cada una de las descripciones que Andrea hace del espacio que la rodea, “Parecía una casa de brujas aquel cuarto de baño. Las paredes tiznadas conservaban la huella de manos ganchudas, de gritos de desesperanza. Por todas partes los desconchados abrían sus bocas desdentadas rezumantes de humedad”. Cabe destacar que el desencanto es un tema previa confluencia de otros dos: la soledad, pues Andrea experimenta esta sensación nada más llegar a “su casa”, y la libertad, que será un tema fundamental de la obra y que guiará a la protagonista en sus andaduras por Barcelona.
  Observamos un rema en el fragmento, “Las paredes tiznadas conservaban la huella de manos ganchudas…”, con su correspondiente tema, “…y quedé sola entre la suciedad de las cosas”, cuando Andrea comienza la descripción de una casa muy altamente indecorosa.
   También encontramos varios campos semánticos, como el de “muebles”: “escritorio”, “cama”. Sin embargo, destacan los campos semánticos de “cuarto de baño”, que es heterónimo de sus respectivos homónimos “espejo”, “grifo” y “ducha”, y también “habitación• que actúa como hiperónimo de “cuarto de baño” y “salón”. Todos ellos contribuyen aportando cohesión entre las distintas oraciones y descripciones del fragmento. Como campo asociativo destaca el de la nocturnidad, con palabras como “noche”, “dormir” o “cama”.
    En cuanto a los deícticos, destaca el pronombre yo, que designa a Andrea: la deixis la completarían construcciones preposicionales que con sitúan en el espacio, como “en la habitación”, “en el centro”, “sobre el espejo” o “sobre el piano”. Otras tienen valor anafórico, como “me”, que se refiere a yo en la expresión “que me habían destinado”.
  En cuanto a la entonación, predomina la enunciativa al tratarse de un texto puramente descriptivo excepto al final del fragmento, cuando Angustias la despide haciéndole la señal de la cruz y su abuela le abraza. Por tanto, no hay ni entonación interrogativa ni exhortativa. La entonación mantiene la unidad del texto.
    Son varios los sinónimos del texto, sobre todo textuales: Andrea identifica la casa de sus familiares con una “casa de brujas” y un “palacio abandonado”, esta última en clara referencia a los antiguos días de gloria de la vivienda. También son sinónimos textuales “la ducha” y el “cristalino protector hechizo”, ya que fuera del contexto del fragmento no tendrían sinonimia alguna. En cuanto a las repeticiones, destaca “paredes”, como expresión de lo ahogada que Andrea se siente en aquella casa, “piano”, el cual ahora solo sirve para posar una vela en clara alusión a los días en los que la casa era una propia de la burguesía y “negro”, como adjetivo negativo en alusión a lo macabro de esa casa y todo lo que a ella se refiere.
Comentario realizado por Borja Calderón